Eso de darle a la tecla
Todo empezó con un accidente de moto. Un día, volviendo del trabajo, me patinó el neumático trasero en una curva y me comí una ración de asfalto a palo seco. El resultado: un hueso roto, rodilla hecha virutas y cuatro meses de baja en los que me dio por hacer cursos online. Fue con uno de Excel avanzado en el que se trató el modelado de datos y el uso de Power BI donde descubrí una vocación tardía por el Análisis de Datos.
De Excel y Power BI pasé a SQL; luego a soltarme un poco con Python y, más recientemente, R. Le cogí gusto a eso de pillar un archivo de datos de cientoypicomil registros y sacarle medias, medianas, desviaciones típicas y gráficas de colorines que demostraran que sí, que a mayor talla del pingüino mayor envergadura de aletas y que el estreno de películas de Nicholas Cage coincide con más ahogamientos en piscinas, pero que correlación no implica causalidad.
El caso es que con el tema del diseño y la programación web tenía una asignatura pendiente. A finales de los 90 hice un curso básico de HTML y CSS, y hará unos cinco años empecé uno más actualizado, pero fatalmente impartido y en el que no aprendí prácticamente nada nuevo. Sin embargo el interés seguía ahí, escondido y royendo como una carcoma en el armario aquel de casa de tu abuela, el que te daba miedo de pequeño porque por la noche se oía «rrr, rrr» y tu imaginación desbordante te decía que dentro vivía un ser demoníaco comeniños. Así que cuando me hablaron de formarme en Desarrollo Web me dije: «ahora sí; esta es la mía». Y aquí estamos. Porque cambiar de recorrido laboral pasando de ciertas edades no deja de ser un reto, pero es una buena forma de mantener la mente joven aunque el cuerpo ya no lo sea tanto.